Sebastián y Fernando Pérez de Quevedo justificaron su acción argumentando derechos sucesorios, pues a la reprimenda del citado oficial de cantería Nicolás Hernández, no dudaron en contestarle que: «¿Quién lo metía en eso? ¿Qué si le tocaba algo? Que aquello [se refiere al drago y a la laja] había sido de sus padres y abuelos».
Pero ¿A qué padres y abuelos se referían ambos hermanos? Pues, a los Pérez de Villanueva, familia que ostentaba el patronato de la capilla mayor de la iglesia de Teror, desde el siglo XVI. Efectivamente, el 22 de noviembre de 1551, el labrador y vecino de Teror, Juan Pérez de Villanueva, afirma en su testamento su condición de patrono de la mentada capilla mayor de la iglesia de Nuestra Señora del Pino: «digo e declaro que por quanto yo hize a mi propia costa y expensa la capilla mayor de la dicha yglesia de nuestra Señora Santa María del Pino, la qual después que la hize [roto] se acavó, yo siempre la he reparado de todo lo necesario e reparo siempre». Desde entonces, él y sus descendientes gozaron ―no con cierta resistencia por parte del resto de terorenses― del privilegio de asiento reservado y sepultura en la capilla mayor del templo mariano.
Sin embargo ¿Hasta qué punto y en qué grado estaban emparentados los hermanos Pérez de Quevedo con el linaje de los Pérez de Villanueva? Veamos. Fernando Pérez de Quevedo, fue bautizado en la parroquia de Teror el 4 de junio de 1644, fruto del enlace entre Gregorio Rabelo y Francisca Pérez. Fue el menor de tres hermanos: Isidro (nacido en 1638 y fallecido a tierna edad) y Sebastián (nacido en 1642). Procedente de una familia de campesinos acomodados, entre sus ascendientes encontramos a los célebres Bartolomé Díaz del Río «El Castellano» y a Juana Domínguez, sus bisabuelos maternos. Una hija de ambos, Isabel Díaz contrajo matrimonio con Hernán Pérez de Quevedo, de cuya unión nació la mentada Francisca Pérez, madre de nuestro protagonista (bautizada el 13 de octubre de 1613). Por lo tanto, entre sus familiares más próximos y allegados se encontraba su tío carnal (era hermano de su madre) el licenciado Roque Pérez de Quevedo (1612-1686), el mismo que dio nombre al actual paraje de Llano Roque, en el barrio de los Arbejales. Asimismo, sabemos que su bisabuelo paterno se llamaba Juan de Quevedo, propietario del paraje denominado Llano de Quevedo (actuales Casas Baratas). En cuanto a los posibles lazos de parentesco de los dos hermanos con los Pérez de Villanueva, éstos parecen quedar reducidos al matrimonio celebrado el 2 de diciembre de 1607, entre Isabel Alonso ―prima hermana de la citada Isabel Díaz, abuela de Sebastián y Fernando― con Gaspar de Quintana, hijo a su vez de Blas de Quintana e Isabel Pérez de Villanueva y por lo tanto, nieto del mentado Juan Pérez de Villanueva.
Firma de Sebastián Pérez de Quevedo en un documento fechado en 1674. Su hermano Fernando, a diferencia de éste, no sabía firmar, algo muy corriente en la época en la que vivieron, donde un alto porcentaje de la población era analfabeta.
Por el contrario, esta relación de familiaridad con los Pérez de Villanueva fue mucho más intensa y contundente por parte de María Suárez de Candelaria, esposa de Fernando Pérez de Quevedo. Efectivamente, María Suárez descendía por línea directa de los Pérez de Villanueva, pues era tataranieta del ya citado Juan Pérez de Villanueva. Su padre, Juan Pérez de Villanueva III (lo denominamos así para distinguirlo del fundador del linaje, el mentado patrono Juan Pérez de Villanueva) se desposó el 8 de octubre de 1636 en la localidad tinerfeña de Tejina, con Catalina Suárez. Sus abuelos paternos fueron Juan Pérez de Villanueva II (fallecido hacia el año 1649) y María de Candelaria Naranjo (muerta el 29 de abril de 1671). Este Juan Pérez de Villanueva II fue a su vez, hijo de Diego Pérez de Villanueva y Leonor de Ortega, hijo primogénito y yerna respectivamente del tantas veces nombrado Juan Pérez de Villanueva.
Ante estas evidencias cabe preguntarse ¿A quiénes se referían los hermanos Sebastián y Fernando cuando dijeron que «aquello había sido de sus padres y abuelos»? ¿A su propia familia o a la familia política de Fernando? Sea como fuere, parece que el argumento esgrimido para «hurtar» la laja estaba plenamente justificado ¿O quizá no? No debemos pasar por alto de que en la citada Información de la caída del Pino (Véase el capítulo I) también declararon ―entre otros― personajes como las hermanas doña Ana y doña Melchora de Arencibia y Ortega, los hermanos Fernando del Toro e Isabel del Toro y Ortega, así como el esposo de ésta última, Blas de Quintana Miguel. Todos ellos también estaban emparentados con los Pérez de Villanueva, a pesar de lo cual no consta que se declarasen como legítimos herederos del drago y de la laja desaparecida.
Gustavo A. Trujillo Yánez
PARA SABER MÁS:
HERNÁNDEZ JIMÉNEZ, Vicente: Aproximación a los orígenes de Teror. Ediciones del Iltre. Ayuntamiento de la
Villa de Teror, Las Palmas de Gran Canaria, 2001.
Versión digital: http://mdc.ulpgc.es/cdm4/item_viewer.php?CISOROOT=/MDC&CISOPTR=1500&CISOBOX=1&REC=9
SUÁREZ GRIMÓN, Vicente: «Llano Roque: Origen y desarrollo de un núcleo de población», Periódico Diario de Las Palmas, Sábado, 1-VII-1978, p. 3.
SUÁREZ MIRANDA, Miguel: El Árbol de la Virgen (Pinus canariensis). Ilustre Ayuntamiento de Teror, Las Palmas de Gran Canaria, 1948.
Versión digital:http://mdc.ulpgc.es/cdm4/item_viewer.php?CISOROOT=/MDC&CISOPTR=40475&CISOBOX=1&REC=7
TRUJILLO YÁNEZ, Gustavo: La Virgen del Pino de Teror ¿Una divinidad de los antiguos canarios? Anroart Ediciones S.L., Las Palmas de Gran Canaria, 2009.
No hay comentarios:
Publicar un comentario