domingo, 30 de enero de 2011

Una mentira mil veces repetida, se transformará en verdad. A propósito de Wikipedia (II)

Acaso sea esta frase, atribuida a Joseph Goebbels (ministro de la Alemania Nazi) la más acertada para titular y sintetizar el contenido del presente capítulo. Como dijimos hace algunos días, nos hemos propuesto señalar y comentar todos y cada uno de los errores e inexactitudes que contiene el artículo dedicado a Teror, inserto en la enciclopedia on line Wikipedia. Y como son varios (y a cada cual mejor) lo haremos en diferentes entregas, al objeto de no hacer demasiado pesada nuestra exposición. El primero de esos desaciertos (también mil veces repetido) es el de la supuesta fecha de la “aparición” de la imagen del Pino: 1481. Efectivamente, en el apartado dedicado a la cronología y fechas más destacadas de la historia de la Villa, figura la siguiente: “Año 1481: Aparición de la Virgen del Pino”.
Sin duda, dada la escasez (y en muchos casos, ausencia) de documentación, conocer los orígenes de la devoción a la imagen de Ntra. Sra. del Pino se ha convertido en uno de los principales enigmas por el que se han interesado multitud de historiadores y aficionados. En el caso de la imagen que preside la Basílica de Teror, aunque los estudios estilísticos la sitúan a comienzos del siglo XVI, siendo Sevilla, y concretamente el taller del escultor Jorge Fernández Alemán, su lugar de origen, la leyenda y la tradición han ofrecido una versión más prodigiosa y portentosa sobre la llegada de esta imagen a Teror. De esta manera, además de aquellos autores de los siglos XVII y XVIII que señalaron que la talla fue el producto de una obra “divina”, no han faltado quienes han señalado la fecha de su “aparición”. Así, es frecuente toparnos con datas como la de 1380, 1363 o 1484, aunque como hemos dicho, ha sido la de 1481 la más conocida y difundida.
 El primero en hacer mención a ella fue Manuel Picar y Morales, en su libro Teror. Monografías y excursiones (1905), quien a su vez la tomó de una medalla conmemorativa en cuyo reverso figuraba la siguiente inscripción:

APARECIDA
MILAGROSAMENTE
EN LA
ISLA DE GRAN CANARIA
EL OCHO
DE SEPTIEMBRE
1481

A él debemos la idea de colocar en el segundo cuerpo de la torre amarilla de la Basílica la placa de mármol en la que también figura la misma cifra y texto, a pesar de lo cual, el propio Picar y Morales llegó a conjeturar la fecha de 1479. Posteriormente, la datación del año 1481 será repetida por José Miranda Naranjo (1927), Miguel Suárez Miranda (1948), Sebastián Jiménez Sánchez (1955) o Braulio Guevara (1982), entre otros.
Sin embargo, esta fecha, al igual que todas las que se han propuesto hasta el momento, carece de cualquier tipo de apoyo documental, por lo que se trata de una mera hipótesis sin ningún fundamento, y que sólo a fuerza de repetirse “mil veces” ha sido tomada por buena. En realidad, la primera referencia sobre la existencia de la ermita y de la imagen de Ntra. Sra. del Pino se remonta al año 1514, cuando es citada en las Constituciones Sinodales del Obispo Vázquez de Arce, por lo que se supone que su llegada a Teror tuvo que haber tenido lugar con anterioridad. No obstante, por el momento es imposible ofrecer una datación, ni siquiera más o menos exacta o aproximada. Asunto diferente es el de averiguar si el origen de su culto se remonta a la época prehispánica o si éste es posterior, tal como defiende el que suscribe, asunto sobre el que se han vertido verdaderos ríos de tinta.

Gustavo A. Trujillo Yánez

miércoles, 26 de enero de 2011

"Disparates" terorenses en la Web. A propósito de Wikipedia (I)

De todos es conocida la enciclopedia on line Wikipedia, en la actualidad la mayor y más popular obra de consulta en Internet. En ella y de forma voluntaria podemos redactar un artículo sobre cualquier asunto o materia y colgarlo en la Web, de manera que pueda ser consultado por millones de internautas. Ni que decir tiene que se trata de una labor loable y digna de aplauso. Quizá precisamente por ello, debería exigirse una mayor dosis de rigurosidad y seriedad, más que por la propia fundación (que también) por aquellos autores que se deciden a participar en la misma.
Como no podía ser menos, el municipio grancanario de Teror también cuenta con su correspondiente artículo en el que se explican y muestran datos sobre su historia, paisaje, población, etcétera. Consciente de la gran cantidad de jóvenes que hacen uso de esta eficaz herramienta, y a sabiendas de que ésta se ha convertido casi en la única forma de acceso a la información, en detrimento de las enciclopedias y publicaciones tradicionales, no me resisto a señalar algunos "errores" y "disparates" presentes en el mentado artículo. Pero eso será en próximas ocasiones. De momento les adjunto el enlace para que vayan abriendo boca...

Gustavo A. Trujillo Yánez

sábado, 22 de enero de 2011

De Holanda a Teror

Muy a menudo el fenómeno del Pino (nos referimos al culto a la imagen de Nuestra Señora del Pino) se ha convertido en el árbol que nos impide ver el bosque. En el caso de Teror, el bosque que constituye todo ese otro patrimonio natural y cultural que también es digno de ser conocido y protegido. Estas palabras bien podrían ser de aplicación a la ermita de San Isidro, ubicada en el paraje homónimo del barrio terorense de los Arbejales. Y es que el conjunto formado por la ermita, la casa anexa y la pequeña y recoleta plazoleta empedrada que le precede, es uno de los lugares más bellos y singulares de Teror, aunque también menos conocidos o suficientemente valorados.
Mandada a construir en 1685 por el canónigo don Juan González Falcón (1635-1693), la ermita de San Isidro cuenta con un patrimonio mueble, del que cabe destacar el altar primitivo, unido al sencillo retablo que preside el templo. Se trata de un altar cuya particularidad reside en que está decorado con más de un centenar de azulejos holandeses. En el siglo XVII, Holanda, y concretamente la ciudad de Delft, fue una de las principales productoras de cerámica, cuya característica principal radica en el empleo de los colores blanco (para el fondo de la pieza) y azul (para los motivos decorativos). Precisamente, son éstos los azulejos que cubren la superficie del altar de la ermita de San Isidro. En ellos podemos observar diferentes escenas de la vida cotidiana de la Holanda del siglo XVII, tales como molinos, casas, personajes ataviados a la usanza del momento o animales. En todo caso, se trata de unos motivos que en principio no se corresponden con el lugar sagrado que ocupan, pues como hemos señalado, su contenido es puramente profano, cuando lo lógico es que estuviesen decorados con motivos de carácter religioso.

(a) La lechera (detalle). Museo Nacional de Ámsterdam

(b) El geógrafo (detalle). Instituto Städel

                        (c) Dama al virginal (detalle). National Gallery

Si ello es así, se debe a que en su lugar de origen, los azulejos de Delft eran empleados para decorar los zócalos de las casas holandesas. Buena prueba de ello son las tres pinturas que presentamos, (a) La lechera (1658-1660), (b) El geógrafo (1668-1669) y (c) Dama al virginal (1667-1669), obra del pintor neerlandés Johannes Vermeer (1632-1675). En ellos podemos ver como este tipo de piezas cerámicas (las mismas que hoy podemos observar en San Isidro) adornaban los zócalos de los interiores que el artista pintó en sus lienzos. A pesar de todo, el “reciclaje” llevado a cabo por el canónigo González Falcón hace más de 300 años, lejos de suponer un “error” o “descuido”, nos ha permitido disfrutar de una las joyas más valiosas del patrimonio artístico de Teror.

Gustavo A. Trujillo Yánez

PARA SABER MÁS:

HERNÁNDEZ JIMÉNEZ, Vicente & SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, Julio: Arbejales. Edita EYPASA. Madrid (1995).

PÉREZ MORERA, Jesús & RODRÍGUEZ MORALES, Carlos: Arte en Canarias. Del Gótico al Manierismo. Gobierno de Canarias. Islas Canarias (2008).

LÓPEZ GARCÍA, Sebastián & CALERO RUÍZ, Clementina: Arte, sociedad y arquitectura en el siglo XVII. La Cultura del Barroco en Canarias. Gobierno de Canarias. Islas Canarias (2008).


         

El año de los cometas

Los antiguos libros sacramentales de la Parroquia de Teror ofrecen al historiador datos valiosos sobre la población que habitó este lugar desde principios del siglo XVII hasta el momento presente (los del siglo XVI desaparecieron). Por lo general, la información que éstos contienen suele ser bastante parca, pues se limita a ofrecer el nombre, la edad, la filiación y en algunos casos la profesión de los familiares o del individuo que recibe las aguas del bautismo, se confirma, toma matrimonio o fallece. Sin embargo, en otras ocasiones el párroco o anotador de turno, iba más allá de su cometido y registraba datos o sucesos curiosos, enriqueciendo aún más, si cabe, este importante legado documental. Tal es el caso de las veces en las que se apuntaba el mote o sobrenombre de la persona que recibía el sacramento en cuestión, se anotaban las circunstancias extraordinarias de su muerte o nacimiento, o se hacía lo propio con algún acontecimiento ocurrido digno de ser recordado (de forma especial, epidemias, guerras y/o desastres naturales). En este último grupo (el de los acontecimientos extraordinarios) cabría incluir la escueta y sugerente anotación “Año de los cometas” asentada por el bachiller Salvador Morales Párraga, en los últimos días del mes de diciembre del año 1619.
        Efectivamente, un año antes los europeos tuvieron ocasión de observar la aparición de 3 cometas, fenómeno que impulsó aún más la recién iniciada revolución cosmológica y astronómica, los abundantes debates sobre teoría heliocéntrica de Nicolás Copérnico (aquella que sostiene que la Tierra y el resto de planetas giran alrededor del Sol) o la utilización del telescopio desarrollado por Galileo Galilei. Asimismo, este hecho estimuló la eclosión de una abundante literatura científica y filosófica, que acabó trascendiendo a todos los ámbitos de la cultura. Sirvan como ejemplo el tratado del jesuita Horazio Grassi De tribus cometis ani 1618 disputatio astronomica, el Discorso delle comete de Mario Guiducci, o los Discursos astrológicos del cosmógrafo portugués Antonio de Nájera, entre otros muchos.

La aparición varios cometas en 1618, dio lugar a la publicación de numerosos tratados y estudios como el de la ilustración. Tampoco pasó desapercibida para Salvador Morales Párraga, párroco de Teror durante los años 1617-1628.

        Sin embargo, junto con esta postura más científica y racional, convivía otra visión más mágica y prodigiosa, pues para muchas personas de aquellos tiempos, estos fenómenos naturales eran comprendidos en clave sobrenatural, siendo interpretados en muchos casos como signos de mal agüero. El caso es que, bien fuese influido por una u otra causa, el bachiller Morales Párraga tuvo la curiosidad de asentar un fenómeno celeste, que a buen seguro causó admiración a quienes tuvieron la oportunidad de observarlo. Una anotación, que aunque breve, nos demuestra que los terorenses (y de paso los canarios) no vivían ajenos a las ideas y acontecimientos que circulaban o sucedían en el resto de Europa y América; una de esas tantas concepciones erróneas (me refiero a la del supuesto aislamiento o atraso en el que vivían nuestros antepasados) que solemos tener sobre nuestro pasado.

Gustavo A. Trujillo Yánez

viernes, 7 de enero de 2011

Donde no llega la mano, llega la espada

Hace algunos meses dedicamos unas breves líneas a los chapines, un tipo de calzado empleado por las féminas de los siglos XVI y XVII. En esta ocasión, haremos lo propio con dos complementos indispensables en el atuendo del sexo masculino, como fueron la espada y la daga. Y como siempre, lo haremos con algunos ejemplos locales, en nuestro caso, con el de los terorenses de los siglos XVII y XVIII que las lucieron con orgullo y gallardía.
Efectivamente, la espada fue empleada por los varones de los tiempos modernos, especialmente para su defensa personal, pero también como signo de hombría. Sebastián de Covarrubias y Orozco, en su Tesoro de la lengua española (1611), nos la define como “la común arma de que se usa, y los hombres la traen de ordinario ceñida, para defensa y para ornato y demostración de que lo son”.
Más corta que la primera, aunque formando pareja con ésta, la daga fue también ampliamente utilizada. De hecho, en los inventarios o testamentos que hemos consultado es frecuente toparnos con la expresión “aderezo de espada y daga”, con la que se hacía referencia al conjunto formado por la guarnición, gancho, contera y boquilla de la vaina en la que se enfundaban.

La espada y la daga, además del valor puramente defensivo, constituyeron un complemento indispensable de la moda masculina. Retrato de caballero con su hijoAutor: Antón Pizarro (hacia 1600). Madrid. Colección particular

Como hemos indicado, la posesión de ambas armas (además de otras prendas del vestuario) llevaba aparejado un fuerte contenido simbólico, y su uso y exhibición representaba conceptos tan importantes para la época como los de poder, fuerza y virilidad. Se trataba, en suma, de dos complementos indispensables del vestuario masculino, a los que casi ningún hombre (que se preciara de serlo) podía renunciar. Buen ejemplo de ello nos lo ofrece el caso de Mateo Pérez de Villanueva, que en 1710 viendo que su cuñado Fernando Pérez de Quevedo “siendo hombre se hallaba sin espada” le compró una con unos tiros en el comercio de Diego de Matos, previo pago de 60 reales. También fue el caso del terorense Gregorio Rabelo, que en 1648 lega a su hijo Isidro “un aderezo de espada y daga” de su propiedad. O también, el del vecino de Teror (y natural de la isla Terceira, en el archipiélago de las Azores) Francisco Granados, que en 1677 declara haber entregado a sus hijos Cristóbal y Andrés de Ojeda, sendos aderezos de espada y daga, valorados en 40 reales cada uno.
Hasta aquí estas breves notas, con las que pretendemos arrojar algo de más de luz sobre la vestimenta que emplearon nuestros antepasados hace unos 400 años, quienes como nosotros, también fueron dominados por los dictados de la moda.

Gustavo A. Trujillo Yánez


PARA SABER MÁS:

LEGUINA, Enrique: Glosario de voces de armería. Librería de Felipe Rodríguez, Madrid, 1912. http://books.google.es

COVARRUVIAS Y OROZCO, Sebastián: Tesoro de la lengua española. 1611. http://www.cervantesvirtual.com

miércoles, 5 de enero de 2011

La rana de la Virgen

Entre el numeroso ajuar que a lo largo de sus cinco siglos de historia ha ido atesorando la imagen de Nuestra Señora del Pino, destaca la joya conocida con el apelativo de la "rana". Como su nombre indica, se trataba de una rana de oro que lucía cuatro esmeraldas (tres pequeñas y una grande). El objeto en cuestión, fue donado por doña Luisa Antonia Trujillo y Figueroa, dama de la alta sociedad de Gran Canaria, el 31 de octubre de 1691. 


La "rana". Detalle del óleo de José Rodríguez de la Oliva (h. 1750). Propiedad particular. Las Palmas de Gran Canaria. Autor de la fotografía: Héctor Vera.

Desde entonces, la "rana" ha formado parte de las alhajas y preseas que desde tiempo inmemorial se han empleado para adornar la imagen de la Patrona, hasta que en la madrugada del 16 al 17 de enero de 1975, fue sustraída junto con el resto de joyas más valiosas de su tesoro, en un robo de triste y enigmático recuerdo. En la actualidad, es posible hacernos una idea del aspecto de esta estimable pieza de orfebrería gracias al recurso de las viejas fotografías, y especialmente de los retratos o veras efigies que se conservan de la imagen. Este es el caso de la pintura que presentamos en la que se representa esta curiosa joya, obtenida de un retrato de la Patrona, obra del pintor José Rodríguez de la Oliva.

Gustavo A. Trujillo Yánez

PARA SABER MÁS:

HERNÁNDEZ SOCORRO, María de los Reyes y CONCEPCIÓN RODRÍGUEZ, José: Arte, devoción y tradición. La imagen del Pino de Teror. Catálogo de la exposición del mismo nombre. Las Palmas de Gran Canaria. Ediciones del Iltre. Ayuntamiento de Teror, 2007.

LIRIA RODRÍGUEZ, Jorge: "El robo de las joyas de la Virgen", en El Pino. Historia, tradición y espiritualidad canaria. Las Palmas de Gran Canaria. Editorial Prensa Canaria, 2002, páginas 549-560.

SUÁREZ GRIMÓN, Vicente y SÁNCHEZ OJEDA, Francisco: "Los documentos históricos", en El Pino. Historia, tradición y espiritualidad canaria. Las Palmas de Gran Canaria. Editorial Prensa Canaria, 2002, página 645.