Viene de: Brujas y hechiceras en la raya de Teror (II)
Como tuvimos ocasión de comprobar, entre los delitos de los que fue acusada la terorense María García, sobresalen aquellos relacionados con asuntos de contenido sexual o afectivo. Sin duda, la realización de todo tipo de rituales y hechizos para propiciar ―o impedir― las relaciones amorosas de sus clientes, junto con su condición de manceba y mujer «descasada», le hicieron granjearse el recelo y la enemistad de buena parte de los vecinos del lugar de Terore. Esta animadversión hacia su persona, pudo haber dado lugar a que en ocasiones se le acusase de delitos que probablemente no cometió. Y es que como dice el refranero, cría fama y échate a dormir…
Castigo a una alcahueta.
Dibujo de Christoph Weiditz (h. 1529)
Dibujo de Christoph Weiditz (h. 1529)
Tal fue el caso de la extraña muerte del recién nacido Francisco, hijo de los terorenses Rafael de Troya y Juana García, cuya trágica desaparición fue achacada a nuestra protagonista. Al parecer y según declararon sus progenitores, el pequeño Francisco amaneció muerto y con signos evidentes de violencia, pues tenía «el ombliguillo i las teticas chupadas i acardenaladas i todo lo demás blanco, como una nieve». Ninguno de los padres fue consciente ni pudo evitar lo sucedido, pues según cuentan, tras acostar al niño «bueno y sano y gorjeando con la luz del candil», cayeron en un profundo sueño del que no pudieron despertar hasta la mañana siguiente. Relatan que se trató de un sueño maliciosamente inducido, pues a pesar de que aquella noche los perros del lugar «se deshaçían a ladrar» ni Rafael de Troya ni su esposa pudieron despertar del intenso letargo en el que se encontraban. Asimismo, dos vecinas del matrimonio, Juana Giralda y Lucía de Troya, contaron que «aquella noche habían odio llorar mucho al niño, que habían dado voces a éste y a su mujer y que no habían despertado», por lo cual entendieron que «habían sido brujas las que mataron al niño y que les echaron sueño».
Como comentamos hace un instante, todas las sospechas y acusaciones recayeron en la persona de María García. Sin embargo, tales imputaciones parecían carecer de toda consistencia pues estaban basadas más en la «mala fama» de la sospechosa que en pruebas o evidencias objetivas (recordemos, cría fama y échate a dormir...). Así, la madre del pequeño infortunado comenta que «por traer todo el lugar entre ojos a María García, mujer de Juan Estévez, que diçen por mal nombre está quilla, de que es bruxa i hechiçera, ésta imaginó que la susodicha se lo había muerto, aunque nunca esta testigo ni su marido tuvieron con ella pesadumbre ninguna». Mientras que por su parte, Rafael de Troya, aunque repite los mismos argumentos que su esposa, nos ofrece la clave y el origen de sus sospechas, pues al parecer fueron las acusaciones de la negra Antona de Arencibia (Véase el capítulo II) las responsables de todos sus recelos. Veamos si no lo que declaró: «Aunque no ha visto que María García haya hecho ninguna cosa de bruja ni hechicera, por el mal nombre que tiene en esta dicha Villa. Y porque después de pocos días, le había dicho a su mujer una negra de Arencibia, que entiende que está en la Vega, le había dicho que a quien le mató el niño ella la había de acusar porque era una bruja. Y que le había mandado a traer de Arucas una calavera y unas turmas de perro, por lo que entiende que se trata de la dicha María García la que pudo haber matado al niño».
Sea como fuere, éstas y otras acusaciones dieron lugar a la detención y encarcelamiento de María García en las cárceles secretas del Santo Oficio de la Inquisición, en las que ingresó el 11 de junio de 1608. Durante su estancia en prisión, varios vecinos de la localidad declararon a favor suyo, en un vano intento de salvarla de los rigores del temido tribunal eclesiástico. Así, Diego Pérez de Villanueva ―patrono de la capilla mayor de la iglesia de Nuestra Señora del Pino― expuso que «ha tenido a la dicha María García por buena cristiana y jamás ha presumido de ella otra cosa». Su esposa, Leonor de Ortega, añadió que «María García acude de ordinario a oír misa y sermón, cuando lo había en este lugar. Y frecuentaba los sacramentos, confesándose y comulgando cuando lo manda la Santa Madre Iglesia. Y muchas vísperas de la Madre de Dios le ha visto hacer lo mismo, y todas las veces que había jubileo le ganaba. Y cuando salía el Santísimo Sacramento le veía ir muchas veces acompañándole. Y de ordinario le veía traer un rosario al cuello y siempre le vio hacer cosas de buena cristiana». Mientras que la hija de ambos, María de los Ángeles, señala que ha visto «a María García azotarse el Jueves Santo y hacer otras penitencias como buena cristiana».
Auto de fe de la Inquisición. Óleo de Francisco de Goya (h. 1812-1819). Los procesados por el tribunal del Santo Oficio lucen el sambenito y llevan sus cabezas cubiertas por una coroza o gorro cónico alargado, hecho de papel, en el que se pintaban figuras alusivas al delito o a su castigo. Propiedad: Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid, España)
No obstante y como comentamos hace un momento, ninguna de las manifestaciones a favor de su condición de buena cristiana produjeron el efecto deseado. Antes al contrario, nuestra protagonista fue condenada en auto público de fe, a salir por las calles de la ciudad en forma de penitente, con una soga a la garganta, una vela entre las manos y tocada con una coroza de hechicera. Asimismo, fue desterrada por espacio de cuatro años de las islas de Gran Canaria y Tenerife, entre otras penitencias. Finalmente, sus pertenencias y propiedades le fueron confiscadas. Sin embargo y a pesar de tales penas y castigos la práctica de la brujería y la hechicería siguieron practicándose hasta al menos el siglo XIX (sirva como ejemplo el caso de Jerónima de la Vega, acusada de brujería en 1805) pues ambas «artes» seguían siendo demandadas por el resto de vecinos de la localidad.
Gustavo A. Trujillo Yánez
PARA SABER MÁS:
FAJARDO SPÍNOLA, Francisco: Hechicería y brujería en Canarias en la Edad Moderna. Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1992.
FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Manuel: Casadas, monjas, rameras y brujas. La olvidada historia de la mujer española en el Renacimiento. Editorial Espasa Calpe S.A., Madrid, 2005.
MILLARES TORRES, Agustín: Historia General de las Islas Canarias de Agustín Millares Torres, complementada con elaboraciones actuales de diversos especialistas. Cedirca S.L., Las Palmas de Gran Canaria, 1977, t. III, pp. 244-245.
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