Muy a menudo el fenómeno del Pino (nos referimos al culto a la imagen de Nuestra Señora del Pino) se ha convertido en el árbol que nos impide ver el bosque. En el caso de Teror, el bosque que constituye todo ese otro patrimonio natural y cultural que también es digno de ser conocido y protegido. Estas palabras bien podrían ser de aplicación a la ermita de San Isidro, ubicada en el paraje homónimo del barrio terorense de los Arbejales. Y es que el conjunto formado por la ermita, la casa anexa y la pequeña y recoleta plazoleta empedrada que le precede, es uno de los lugares más bellos y singulares de Teror, aunque también menos conocidos o suficientemente valorados.
Mandada a construir en 1685 por el canónigo don Juan González Falcón (1635-1693), la ermita de San Isidro cuenta con un patrimonio mueble, del que cabe destacar el altar primitivo, unido al sencillo retablo que preside el templo. Se trata de un altar cuya particularidad reside en que está decorado con más de un centenar de azulejos holandeses. En el siglo XVII, Holanda, y concretamente la ciudad de Delft, fue una de las principales productoras de cerámica, cuya característica principal radica en el empleo de los colores blanco (para el fondo de la pieza) y azul (para los motivos decorativos). Precisamente, son éstos los azulejos que cubren la superficie del altar de la ermita de San Isidro. En ellos podemos observar diferentes escenas de la vida cotidiana de la Holanda del siglo XVII, tales como molinos, casas, personajes ataviados a la usanza del momento o animales. En todo caso, se trata de unos motivos que en principio no se corresponden con el lugar sagrado que ocupan, pues como hemos señalado, su contenido es puramente profano, cuando lo lógico es que estuviesen decorados con motivos de carácter religioso.
(a) La lechera (detalle). Museo Nacional de Ámsterdam
(b) El geógrafo (detalle). Instituto Städel
(c) Dama al virginal (detalle). National Gallery
Si ello es así, se debe a que en su lugar de origen, los azulejos de Delft eran empleados para decorar los zócalos de las casas holandesas. Buena prueba de ello son las tres pinturas que presentamos, (a) La lechera (1658-1660), (b) El geógrafo (1668-1669) y (c) Dama al virginal (1667-1669), obra del pintor neerlandés Johannes Vermeer (1632-1675). En ellos podemos ver como este tipo de piezas cerámicas (las mismas que hoy podemos observar en San Isidro) adornaban los zócalos de los interiores que el artista pintó en sus lienzos. A pesar de todo, el “reciclaje” llevado a cabo por el canónigo González Falcón hace más de 300 años, lejos de suponer un “error” o “descuido”, nos ha permitido disfrutar de una las joyas más valiosas del patrimonio artístico de Teror.
Gustavo A. Trujillo Yánez
PARA SABER MÁS:
HERNÁNDEZ JIMÉNEZ, Vicente & SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, Julio: Arbejales. Edita EYPASA. Madrid (1995).
PÉREZ MORERA, Jesús & RODRÍGUEZ MORALES, Carlos: Arte en Canarias. Del Gótico al Manierismo. Gobierno de Canarias. Islas Canarias (2008).
LÓPEZ GARCÍA, Sebastián & CALERO RUÍZ, Clementina: Arte, sociedad y arquitectura en el siglo XVII. La Cultura del Barroco en Canarias. Gobierno de Canarias. Islas Canarias (2008).
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