Los hermanos Pérez de Quevedo declararon poseer derechos sucesorios sobre el drago y la laja de la Virgen, ante el airado y encolerizado vecindario de Teror. No en vano, ambos estaban emparentados con el poderoso e influyente linaje local de los Pérez de Villanueva, familia que ostentaba el patronato de la capilla mayor de la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Pino. Pero ¿Por qué unos descendientes de los Pérez de Villanueva se vieron precisados a reafirmar sus supuestos derechos sobre el drago y la laja del Pino Santo? ¿Es que acaso estos derechos y prerrogativas de los Pérez de Villanueva ya se habían perdido y era necesario volver a ponerlos en evidencia?
Pues todo parece indicar que a estas alturas del siglo ―nos referimos al siglo XVII― la preeminencia de los Pérez de Villanueva sobre el culto y advocación de Nuestra Señora del Pino, ya no era la misma que la que gozaron en el siglo XVI. Recordemos como en 1551 el fundador del linaje ―Juan Pérez de Villanueva― afirma estar en posesión de la dignidad de patrón de la capilla mayor del templo terorense, quedando a su cargo la reparación y mantenimiento del recinto sagrado. A cambio, él y sus descendientes gozarían del privilegio de asiento reservado durante la celebración de los oficios religiosos, sepultura familiar en la mentada capilla mayor, y en el caso de las hembras, del aseo y cuidado de las ropas y mantos de la Patrona. Todas estas prerrogativas constituían un reflejo del poderío y autoridad de los Pérez de Villanueva sobre el culto a la imagen titular de la localidad y sobre el resto del vecindario. Este carácter exclusivo quedaba puesto en evidencia por la reja de madera ―«la rexa de la dicha capilla»― referenciada en la visita del obispo Diego Deza en 1558, elemento que ―como señalan Jesús Pérez Morera y Carlos Rodríguez Morales― materializaba el carácter exclusivo de las capillas de patronazgo nobiliario o particular, acentuando la privatización del espacio sagrado del que hacían los poderosos manifestado, por ejemplo, en un restringido derecho de asiento o de sepultura.
Firma y rúbrica de Diego Pérez de Villanueva.
Sin embargo, el patronato de los Pérez de Villanueva fue puesto en entredicho en varias ocasiones durante los siglos XVI y XVII. Así, el 13 de enero de 1604, el alcalde Serafín de Arencibia, su hermano el capitán Baltasar de Arencibia, y el capitán y mayordomo de la iglesia Juan de Quintana, en nombre del resto de vecinos de Teror, reconocen ante el escribano Sebastián de Saavedra ―tras varios años de pleitos― el derecho de Diego Pérez de Villanueva y sus sucesores a recibir sepultura en la capilla mayor de la iglesia, así como la posibilidad de poder ubicar sus asientos en el mentado espacio. No obstante, todo parece indicar que la primacía de los Villanueva fue languideciendo de forma paulatina, recayendo sobre otros linajes locales como los Quintana, los Arencibia y los del Toro, los principales cargos y dignidades de la parroquia y del lugar (alcaldes, mayordomos, párrocos…). Por otro lado y aunque la leyenda comenzó a gestarse desde muy antiguo, es en el siglo XVII cuando aparecen las primeras versiones escritas sobre el hallazgo prodigioso de la Virgen del Pino. Como ha señalado el antropólogo Honorio Velasco Maillo «los lugares de hallazgo o aparición de una imagen son convertidos a través de la leyenda en lugares de culto, no pudiendo, si es que lo fueron, ser un territorio restringido individual o familiar, de igual manera que la imagen tampoco lo puede ser». Además otro de los rasgos de toda leyenda de este tipo es la omisión tanto al proceso de construcción de la imagen, como cualquier otra mención sobre sus posibles autores o donantes. Efectivamente, en ninguna de las versiones de los siglos XVII y XVIII sobre la aparición milagrosa de la Virgen del Pino, se menciona a los Pérez de Villanueva. Incluso, en pleno siglo XX autores como José García Ortega y Néstor Álamo Hernández, también han puesto en entredicho y menospreciado el papel de los miembros de este linaje en el culto a la Patrona de Gran Canaria. Y es que la de los Pérez de Villanueva, es una estirpe que no ha sido tratada de forma demasiado condescendiente, pues su condición de patronos de la capilla mayor de la parroquia de Teror resultaba incompatible con la versión oficial, defensora del mito de la aparición milagrosa. Acaso, el episodio de Fernando Pérez de Quevedo y la desaparición de la losa que contenía las huellas de la Virgen se pueda entender mejor en este contexto de progresiva pérdida de control o presencia de la familia Villanueva sobre el culto a la imagen del Pino, cada vez más importante y con mayor arraigo en Gran Canaria, en detrimento del resto de la población y de las autoridades civiles y religiosas. Ante tales evidencias cabe preguntarse ¿Fue realmente Fernando Pérez de Quevedo un ladrón o un sacrílego, o por el contrario actuó de forma legítima? Nosotros nos inclinamos más por lo segundo, aunque sólo se trata de una apreciación personal. Sin duda, aún queda mucho por averiguar sobre la interesante biografía de este personaje. Por nuestra parte, esperamos haber arrojado algo más de luz sobre un tema que se nos antoja fascinante.
Gustavo A. Trujillo Yánez
PARA SABER MÁS:
VELASCO MAILLO, Honorio: «Las leyendas de hallazgos y de apariciones de imágenes. Un replanteamiento de la religiosidad popular como religiosidad local». C. Álvarez Santaló, M. J. Buxó y S. Rodríguez Becerra (coords.), La Religiosidad popular. La imaginación religiosa. Anthropos, Barcelona, t. II, 1989, pp. 401-410.
PÉREZ MORERA, Jesús y RODRÍGUEZ MORALES, Carlos: Arte en Canarias: del gótico al manierismo. Colección Historia Cultural del Arte en Canarias, t. II. Gobierno de Canarias, Islas Canarias, 2008.
Versión digital: http://www.gobiernodecanarias.org/cultura/pdf/hcartecantomo2.pdf
SUÁREZ MIRANDA, Miguel: El Árbol de la Virgen (Pinus canariensis). Ilustre Ayuntamiento de Teror, Las Palmas de Gran Canaria, 1948.
Versión digital: http://mdc.ulpgc.es/cdm4/item_viewer.php?CISOROOT=/MDC&CISOPTR=40475&CISOBOX=1&REC=7
TRUJILLO YÁNEZ, Gustavo: La Virgen del Pino de Teror ¿Una divinidad de los antiguos canarios? Anroart Ediciones S.L., Las Palmas de Gran Canaria, 2009.