jueves, 12 de julio de 2012

Origen y difusión del apelativo «del Pino» en la parroquia de Teror (1605-1782)


"Es conocida como la Virgen del Pino, nombre que ha llegado a ser tan popular en la isla de tal manera que muchas jóvenes llevan este apelativo cristiano"

Elizabeth Murray, Recuerdos de Gran Canaria y Tenerife (1859)


Tal como se ha encargado de señalar Vicente Suárez Grimón en su libro Las bajadas de la imagen de Nuestra Señora del Pino a Las Palmas, 1607-1815 (2007), tradicionalmente se ha tendido a analizar la historia de la devoción a la Virgen del Pino desde un punto de vista teleológico, es decir, contemplando su pasado en función de lo que ha sucedido después, llegando a la conclusión de que ‹‹como la devoción y culto a la imagen del Pino es el que es, lo lógico es pensar que siempre ha sido así››.

Otro tanto podría decirse con respecto a la costumbre aún vigente de añadir el apelativo ‹‹del Pino››, en homenaje a la Patrona de la Diócesis de Canarias, a los niños y niñas que a lo largo de los siglos se han bautizado en la Parroquia de Teror. Sin embargo, a pesar de lo popular y frecuente que resulta el empleo de este apelativo cristiano en nuestro municipio, su uso en otros tiempos no estuvo tan generalizado como cabría esperar. Tanto es así, que la primera persona que figura en el primer libro de bautismos (documento que se inicia en el año 1605) con el nombre de ‹‹María del Pino›› no se registra hasta el 29 de marzo de 1673, tratándose en este caso de una esclava adulta de raza negra recién traída desde el continente africano, tal y como reza en la partida de bautismo que a continuación reproducimos y trascribimos:


«En el lugar de Teror veinte y nuebe de marzo de mil seis sientos y setenta y tres años, yo Luis Fernández de Vega, Cura deste dicho lugar, batisé puse óleo y chrisma a María del Pino, negra bosal, esclaba de doña María Pestana, abiéndola antes catequisado y instruido en la fe y dotrina christiana, fue su padrino el lisensiado don Blas Rodrígues, clérigo de menores órdenes y por berdá lo firmé. Luis Fernández de Vega»


Por su parte, la imposición de este sobrenombre a una recién nacida no se produjo hasta el 17 de septiembre de 1679, mientras que el primer niño en recibir tal apelativo fue Juan del Pino, bautizado el 11 de septiembre de 1703:

«En el lugar de Teror, en onse días del mes de septiembre de mill y setecientos y tres años, yo el Bachiller Juan Rodríguez de Quintana, cura deste lugar, baptisé y puse óleo y crisma a Juan del Pino, hijo legítimo de Juan Mateo y de Lusía Gutiérrez. Fue su padrino Xristóbal Hernández, hermano de la madre del bautisado, y se le advirtió el parentesco spiritual. Son todos vesinos deste lugar, doy fe. El dicho Jhoan Rodríguez de Quintana»


Estos dos casos, el de la esclava y el de la niña, constituyen los dos únicos ejemplos constatados durante el siglo XVII. Los primeros 29 años del siglo XVIII siguen la misma pauta, pues serán sólo 3 los niños bautizados de esta manera: María del Pino (18 de agosto de 1707) hija de Lucía, esclava del Capitán don Juan de Quintana y Montesdeoca, y de padre desconocido; el ejemplo ya visto de Juan del Pino (11 de septiembre de 1703) y María del Pino, bautizada el 8 de agosto de 1723. Ya en 1730 son 3 los casos: Francisca del Pino (30 de julio de 1730), Francisca del Pino (14 de septiembre de 1730) y Josefa del Pino (15 de octubre de 1730). A partir de esa fecha, el promedio de niños y niñas a los que se les añade este sobrenombre apenas crece, oscilando entre 1 (1731, 1733, 1739 y 1741) y 4 individuos por año (1744 y 1749), no hallándose ningún sujeto durante 1732, 1734, 1735, 1742, 1746 y 1750. Por lo tanto y como podemos observar, hasta la primera mitad del siglo XVIII el uso del apelativo ‹‹del Pino›› puede calificarse como de poco común o frecuente, por no decir excepcional, llegando a constituir en el mejor de los casos sólo un 4% del total de los nombres registrados. Esta situación permanecerá invariable durante los años 1751 a 1759. Sin embargo, a partir 1760 comenzamos a observar un cambio significativo en la cantidad de párvulos a los que se les añade el sobrenombre ‹‹del Pino››. En 1760 y 1761 el aumento es bastante moderado pues el número de recién nacidos a los que se les impone este apelativo asciende a 7 y 8 respectivamente. Ya en 1762 registramos 13 ejemplos, 20 en 1763, y 12 en 1764. En 1765 la cantidad se eleva a 36, en 1766 a 28, convirtiéndose 1767 en el año de mayor crecimiento en el número de casos, pues ya fueron 59 los niños registrados, llegando a constituir el 47,5% de los nombres observados.

En alguno de estos bautizos participaron personajes destacados en la construcción del actual templo. Así, el 6 de agosto de 1766 fue bautizado el niño Salvador Antonio Estanislao Mª del Pino, por el Tesorero de la Catedral de Santa Ana y Mayordomo principal de la parroquia durante los años 1760 a 1766, don Estanislao de Lugo y Viña, mientras que su padrino fue el Coronel don Antonio de la Rocha, arquitecto y director de las obras del templo. En este caso se trató del primer infante que recibió las aguas bautismales en el recién estrenado baptisterio de la actual iglesia. En otras ocasiones, se escogieron fechas tan señaladas como el regreso de la imagen de Ntra. Sra. del Pino desde la capital. De esta manera, el 8 de abril de 1764 fue bautizada la niña Mª Micaela del Pino, la cual, según anotación del párroco don Lázaro Marrero y Montesdeoca:

«Arrojaron por la noche entre la mucha gente que ocurrió en la venida de Nuestra Señora del Pino, que avían llevado a la ciudad en rogativa, sobre unas piedras (…) la qual niña al parecer tenía dos días, y la remití a los venerables curas del Sagrario»


No fue ésta la única criatura a la que, a pesar de lo poco dudoso y honorable  de su origen, se le impuso este apelativo, pues a los ejemplos ya vistos de las 2 esclavas y de la niña expósita, se une el caso de Silvestre del Pino, hijo de la terorense Ángela Traviesa y de padre no conocido, bautizado el 31 de diciembre de 1767. Finalmente y como nota curiosa, el 17 de febrero de 1782 pasaron por la pila las hermanas gemelas, Antonia del Pino y María del Pino.

Sin duda, el contexto histórico en el que se produce este aumento espectacular en el empleo de este sobrenombre mariano, viene marcado por el auge que adquirió la devoción y culto a la imagen del Pino a lo largo del Setecientos, y coincide cronológicamente en el tiempo con acontecimientos tales como el inicio de las obras de construcción y posterior inauguración de la actual Basílica (1760-1767), las bajadas de la imagen a Las Palmas durante los años 1762 y 1764, o la concesión por parte del Rey Carlos III de 126 fanegas de tierra en la Montaña de Doramas y Barranco del Rapador, el 19 de noviembre de 1767. Con todo, esta ‹‹fiebre›› por imponer al nombre de los niños el apelativo ‹‹del Pino›› no surgió de forma espontánea, antes al contrario, el uso cada vez más generalizado de este sobrenombre se debe al interés mostrado por el prelado don Francisco Delgado y Venegas, el cual:

«Se lastimaba de ver que todas las niñas que confirmaba y les avían puesto en su bautismo el nombre de María, no fuera con el epíteto del Pino, como más de una vez lo manifestó. Y se extendió este reverente sentimiento en el lugar, de manera que hasta a los hombres se lo añaden al nombre que eligen quando los bautizan desde que percibieron esta noticia»


A partir de 1768 y hasta 1782, la cantidad de párvulos a los que se les impone el sobrenombre aludido, oscila entre los 18 registrados en 1781 y los 59 constatados en 1768. Desconocemos la posterior evolución del apelativo ‹‹del Pino›› en los años finales del siglo XVIII y durante los siglos XIX y XX. Por el momento, contamos con el dato que nos aporta la viajera británica Elizabeth Murray en su libro Recuerdos de Gran Canaria y Tenerife (1859) en el que podemos comprobar como éste llegó a popularizarse no sólo en Teror sino en el resto de Gran Canaria ‹‹de tal manera que muchas jóvenes llevan este apelativo cristiano››. De todas maneras, si algo queda claro fue el predominio del sobrenombre ‹‹del Pino›› con respecto al empleo de los relativos a otras advocaciones marianas radicadas en la Parroquia de Teror, como fueron los casos de la Ntra. Sra. de Candelaria, del Rosario y de la Encarnación –cuyas imágenes se veneraban en la Parroquia de Teror– o el de Nuestra Señora de las Nieves, cuya ermita se encuentra en el lugar conocido como La Peña, en el barrio de El Palmar, desde el siglo XVI.