El ejemplar de pino canario donde tuvo lugar la presunta aparición de la imagen titular de la Parroquia de Teror, se convirtió desde muy pronto en un icono propagado y divulgado en muchísimas ocasiones, como tendremos ocasión de comprobar. Prescindimos aquí de las pinturas y grabados en las que el árbol acoge entre sus ramas ―a modo de telón de fondo― a la efigie de María, desprovista de los pesados ropajes que la recubren. También omitimos aquellas otras realizaciones en las que se recrea el momento del hallazgo o aparición milagrosa de la sagrada imagen. Nuestro objetivo se centra en poner de manifiesto las veces en las que la inconfundible silueta del «Santo Pino» ha sido multiplicada o reproducida. Su reiteración nos pone de manifiesto su importancia como símbolo sagrado. No en vano, la tradición lo señala como el primer e improvisado templo que acogió a la Patrona de Gran Canaria. Y en última instancia, fue esta especie vegetal la que dio lugar al nombre con el que se conoce a esta advocación mariana. No obstante, conviene señalar que la única imagen fidedigna del Santo Pino de Teror se la debemos a Tomás Marín de Cubas, que realizó dos dibujos del mismo, años antes de su caída. Así lo señaló el propio autor en su obra manuscrita «Historia de las Siete Yslas de Canaria» fechada en 1687: «dos años antes copié este árbol por dos partes, a la entrada de el lugar i desde el pie del barranco». A pesar de todo, de ambos dibujos no se volvió a tener noticia hasta el año 1990, momento en que fueron hallados en la Biblioteca Pública Municipal Central de Santa Cruz de Tenerife por el investigador José Barrios García. Por lo tanto el resto de representaciones que se han hecho del Pino de Teror no se ajustan a la realidad, pues en su inmensa mayoría fueron realizadas muchos años después de la desaparición del árbol, ocurrida el lunes 3 de abril de 1684.
El Pino Santo de la aparición fue empleado desde mediados del pasado siglo XX como reclamo o imagen comercial. Sobre estas líneas, sifón de la conocida marca de gaseosas El Pino, precedente de la popular firma Nik. Autor de la fotografía: Héctor Vera.
Dibujo de la medalla depositada durante el acto de colocación y bendición de la primera piedra de la actual Basílica del Pino, el 5 de agosto de 1760. Autor de la fotografía: Héctor Vera.
Dibujo de la medalla depositada durante el acto de colocación y bendición de la primera piedra de la actual Basílica del Pino, el 5 de agosto de 1760. Autor de la fotografía: Héctor Vera.
Desde muy temprano el Pino de Teror fue empleado como motivo decorativo o alegórico. Así, en un inventario fechado en 1558 se menciona la «camisa labrada de pinos de seda verde» que lucía la Patrona. Posteriormente, durante el llamado «siglo de oro» de esta devoción, el carácter simbólico del Pino Santo se vuelve a poner de manifiesto. De esta manera, en el acto de la colocación y bendición de la primera piedra de la actual Basílica del Pino ―celebrado el 5 de agosto de 1760― se depositó una medalla de plata sobre la que se esculpió «un pino abierto a buril». De este objeto existe un dibujo realizado por el notario Sebastián González de Ortega, custodiado en el archivo parroquial de la localidad. Cuatro años después, la silueta del árbol de la aparición fue empleada para decorar la llamada «campana de los cuartos», situada sobre el reloj de la Basílica. La pieza datada en 1764, está profusamente decorada pudiéndose advertir sobre su superficie ―aunque algo desgastadas por el paso del tiempo― las figuras en relieve de la Virgen María ―representada en su advocación de Ntra. Sra. de la Cinta― San Pedro Apóstol, Cristo Crucificado y Santa Bárbara. Entre éstas, es posible distinguir el perfil de un pino, en clara alusión al árbol santo. Igualmente, en el presbiterio del templo hay dos escudos en los que también figura la silueta del Pino de la aparición, en cuya copa campea el monograma mariano «Ave María». Sin duda, el origen de ambas piezas debe estar relacionado con la confección de los cinco retablos que posee la Basílica, datados en torno al año 1767, fecha en la que el templo se abrió al culto. Precisamente, entre los actos más singulares de las fiestas de la dedicación de ese año, cabe destacar la quema de fuegos de artificio, entre cuyos motivos figuró un «pino a cuyo pie estaba atado un caimán horroroso con la boca abierta y encima una Ave María». Otro ejemplo dieciochesco lo constituye el que se conoce como Manto de los Pinos, denominado así por las figuras de pinos que decoran uno de los vestidos más antiguos que conserva la imagen terorense. La pieza en cuestión fue donada a la Patrona durante el pontificado del obispo fray Joaquín de Herrera. Sobre su procedencia debemos aclarar que en el caso de confirmarse su naturaleza valenciana, de ningún modo pudo haber sido confeccionado en la Real Fábrica de Tapices, ya que esta institución tiene su asiento en la capital de España, donde fue fundada durante el reinado de Felipe V. Por lo tanto, es posible que su origen haya que situarlo en el Colegio del Arte Mayor de la Seda, establecimiento ubicado en Valencia desde finales del siglo XV.
Dibujo del Pino Santo de Terore, atribuido al historiador Tomás Marín de Cubas y realizado hacia el año 1682. En la actualidad se custodia en la Biblioteca Pública Municipal Central de Santa Cruz de Tenerife. Autor de la fotografía: Fernando Cova del Pino.
Con la llegada del siglo XX el uso del Pino de Teror como motivo iconográfico o alegórico se extiende a otros ámbitos de la vida cotidiana. Así por ejemplo, el 13 de febrero de 1914, un grupo de vecinos solicita a la corporación local la realización de su primer escudo heráldico ―el mismo que hoy luce en la fachada principal de las antiguas casas consistoriales― en el que debía aparecer el Pino y la Virgen del Pino, petición que se hizo extensiva al sello oficial de la localidad. Igualmente, se requirió la realización de un cuadro que ennobleciera la sala de sesiones del Ayuntamiento, entre cuyos motivos debía figurar «un majestuoso pino, con el nombre de María, rodeado de luz al medio de las ramas». Años después, en 1955, el Pino de Teror fue eliminado del escudo municipal, pues aunque Néstor Álamo propuso su inclusión en el proyecto inicial, no contó con la aprobación de la Real Academia de la Historia, siendo sustituido por el aludido monograma mariano. No obstante, desde el pasado año 2001, el Pino ha vuelto a figurar en el actual escudo de armas de la Villa, tras su aprobación por la comisión heráldica del Gobierno de Canarias.
Detalle de la llamada campana de los cuartos (1764), situada sobre el reloj de la Basílica de Nuestra Señora del Pino. Observese la silueta del árbol, entre las figuras del Crucificado y Santa Bárbara. Autor de la fotografía: Héctor Vera.
De igual manera, el Pino Santo también está presente en uno de los rincones más encantadores y recoletos del casco histórico de Teror. Nos referimos a la Plaza dedicada a doña María Teresa Rodríguez del Toro ―Teresa de Bolívar― en otros tiempos conocida como «Huerta de Acosta». Adosado al paramento del Naciente, destaca la figura de un pino labrado en piedra volcánica, de cuyo ramaje destilaba un agua que era almacenada en una alberca. Su diseño fue obra del artista aruquense Santiago Santana, aunque la idea original se debe al mentado Néstor Álamo Hernández, que elevó la propuesta al Ayuntamiento de la Villa en 1958. Asimismo, el pasado siglo XX supuso el empleo del Pino de la Virgen como reclamo o imagen comercial. Buena muestra de ello nos lo ofrecen empresas o firmas como «Refrescos El Pino», precedente de la popular marca de refrescos «Nik». También es el caso de empresas o marcas municipales tales como «Fonteror» o «Agua de Teror», así como de iniciativas particulares como «Teropino» o «Muebles El Pino», entre otras. Pero no acaban aquí los ejemplos, ya que el Pino de Teror ha sido empleado como recurso plástico en infinidad de ocasiones. Nos referimos a aquellos clubes o entidades deportivas que lo han utilizado en sus escudos o logotipos privativos, además de las ocasiones en las que ha aparecido en los carteles y programas de las fiestas patronales. Incluso, en los últimos años el surgimiento de algunas corrientes contrarias a la fiesta ―caso del movimiento «Anti-Pino»― han hecho uso del árbol milagroso para hacer públicas sus protestas. Precisamente este tipo de manifestaciones ―aunque a priori se pueda pensar lo contrario― nos muestran de forma clara y rotunda hasta qué punto el Pino Santo de Teror forma parte de nuestro imaginario colectivo, convirtiéndose en una de las principales señas de identidad de los grancanarios ―y especialmente de los terorenses― quienes han visto y ven en él una alegoría y evocación a su Patrona y la Villa de Teror.
Gustavo A. Trujillo Yánez