jueves, 9 de febrero de 2012

El Pino de Teror. Iconografía del Árbol Santo

El ejemplar de pino canario donde tuvo lugar la presunta aparición de la imagen titular de la Parroquia de Teror, se convirtió desde muy pronto en un icono propagado y divulgado en muchísimas ocasiones, como tendremos ocasión de comprobar. Prescindimos aquí de las pinturas y grabados en las que el árbol acoge entre sus ramas ―a modo de telón de fondo― a la efigie de María, desprovista de los pesados ropajes que la recubren. También omitimos aquellas otras realizaciones en las que se recrea el momento del hallazgo o aparición milagrosa de la sagrada imagen. Nuestro objetivo se centra en poner de manifiesto las veces en las que la inconfundible silueta del «Santo Pino» ha sido multiplicada o reproducida. Su reiteración nos pone de manifiesto su importancia como símbolo sagrado. No en vano, la tradición lo señala como el primer e improvisado templo que acogió a la Patrona de Gran Canaria. Y en última instancia, fue esta especie vegetal la que dio lugar al nombre con el que se conoce a esta advocación mariana. No obstante, conviene señalar que la única imagen fidedigna del Santo Pino de Teror se la debemos a Tomás Marín de Cubas, que realizó dos dibujos del mismo, años antes de su caída. Así lo señaló el propio autor en su obra manuscrita «Historia de las Siete Yslas de Canaria» fechada en 1687: «dos años antes copié este árbol por dos partes, a la entrada de el lugar i desde el pie del barranco». A pesar de todo, de ambos dibujos no se volvió a tener noticia hasta el año 1990, momento en que fueron hallados en la Biblioteca Pública Municipal Central de Santa Cruz de Tenerife por el investigador José Barrios García. Por lo tanto el resto de representaciones que se han hecho del Pino de Teror no se ajustan a la realidad, pues en su inmensa mayoría fueron realizadas muchos años después de la desaparición del árbol, ocurrida el lunes 3 de abril de 1684.

El Pino Santo de la aparición fue empleado desde mediados del pasado siglo XX como reclamo o imagen comercial. Sobre estas líneas, sifón de la conocida marca de gaseosas El Pino, precedente de la popular firma Nik. Autor de la fotografía: Héctor Vera.


Dibujo de la medalla depositada durante el acto de colocación y bendición de la primera piedra de la actual Basílica del Pino, el 5 de agosto de 1760. Autor de la fotografía: Héctor Vera.

Desde muy temprano el Pino de Teror fue empleado como motivo decorativo o alegórico. Así, en un inventario fechado en 1558 se menciona la «camisa labrada de pinos de seda verde» que lucía la Patrona. Posteriormente, durante el llamado «siglo de oro» de esta devoción, el carácter simbólico del Pino Santo se vuelve a poner de manifiesto. De esta manera, en el acto de la colocación y bendición de la primera piedra de la actual Basílica del Pino ―celebrado el 5 de agosto de 1760― se depositó una medalla de plata sobre la que se esculpió «un pino abierto a buril». De este objeto existe un dibujo realizado por el notario Sebastián González de Ortega, custodiado en el archivo parroquial de la localidad. Cuatro años después, la silueta del árbol de la aparición fue empleada para decorar la llamada «campana de los cuartos», situada sobre el reloj de la Basílica. La pieza datada en 1764, está profusamente decorada pudiéndose advertir sobre su superficie ―aunque algo desgastadas por el paso del tiempo― las figuras en relieve de la Virgen María ―representada en su advocación de Ntra. Sra. de la Cinta― San Pedro Apóstol, Cristo Crucificado y Santa Bárbara. Entre éstas, es posible distinguir el perfil de un pino, en clara alusión al árbol santo. Igualmente, en el presbiterio del templo hay dos escudos en los que también figura la silueta del Pino de la aparición, en cuya copa campea el monograma mariano «Ave María». Sin duda, el origen de ambas piezas debe estar relacionado con la confección de los cinco retablos que posee la Basílica, datados en torno al año 1767, fecha en la que el templo se abrió al culto. Precisamente, entre los actos más singulares de las fiestas de la dedicación de ese año, cabe destacar la quema de fuegos de artificio, entre cuyos motivos figuró un «pino a cuyo pie estaba atado un caimán horroroso con la boca abierta y encima una Ave María». Otro ejemplo dieciochesco lo constituye el que se conoce como Manto de los Pinos, denominado así por las figuras de pinos que decoran uno de los vestidos más antiguos que conserva la imagen terorense. La pieza en cuestión fue donada a la Patrona durante el pontificado del obispo fray Joaquín de Herrera. Sobre su procedencia debemos aclarar que en el caso de confirmarse su naturaleza valenciana, de ningún modo pudo haber sido confeccionado en la Real Fábrica de Tapices, ya que esta institución tiene su asiento en la capital de España, donde fue fundada durante el reinado de Felipe V. Por lo tanto, es posible que su origen haya que situarlo en el Colegio del Arte Mayor de la Seda, establecimiento ubicado en Valencia desde finales del siglo XV.

Dibujo del Pino Santo de Terore, atribuido al historiador Tomás Marín de Cubas y realizado hacia el año 1682. En la actualidad se custodia en la Biblioteca Pública Municipal Central de Santa Cruz de Tenerife. Autor de la fotografía: Fernando Cova del Pino.

Con la llegada del siglo XX el uso del Pino de Teror como motivo iconográfico o alegórico se extiende a otros ámbitos de la vida cotidiana. Así por ejemplo, el 13 de febrero de 1914, un grupo de vecinos solicita a la corporación local la realización de su primer escudo heráldico ―el mismo que hoy luce en la fachada principal de las antiguas casas consistoriales― en el que debía aparecer el Pino y la Virgen del Pino, petición que se hizo extensiva al sello oficial de la localidad. Igualmente, se requirió la realización de un cuadro que ennobleciera la sala de sesiones del Ayuntamiento, entre cuyos motivos debía figurar «un majestuoso pino, con el nombre de María, rodeado de luz al medio de las ramas». Años después, en 1955, el Pino de Teror fue eliminado del escudo municipal, pues aunque Néstor Álamo propuso su inclusión en el proyecto inicial, no contó con la aprobación de la Real Academia de la Historia, siendo sustituido por el aludido monograma mariano. No obstante, desde el pasado año 2001, el Pino ha vuelto a figurar en el actual escudo de armas de la Villa, tras su aprobación por la comisión heráldica del Gobierno de Canarias.

Detalle de la llamada campana de los cuartos (1764), situada sobre el reloj de la Basílica de Nuestra Señora del Pino. Observese la silueta del árbol, entre las figuras del Crucificado y Santa Bárbara. Autor de la fotografía: Héctor Vera.

De igual manera, el Pino Santo también está presente en uno de los rincones más encantadores y recoletos del casco histórico de Teror. Nos referimos a la Plaza dedicada a doña María Teresa Rodríguez del Toro ―Teresa de Bolívar― en otros tiempos conocida como «Huerta de Acosta». Adosado al paramento del Naciente, destaca la figura de un pino labrado en piedra volcánica, de cuyo ramaje destilaba un agua que era almacenada en una alberca. Su diseño fue obra del artista aruquense Santiago Santana, aunque la idea original se debe al mentado Néstor Álamo Hernández, que elevó la propuesta al Ayuntamiento de la Villa en 1958. Asimismo, el pasado siglo XX supuso el empleo del Pino de la Virgen como reclamo o imagen comercial. Buena muestra de ello nos lo ofrecen empresas o firmas como «Refrescos El Pino», precedente de la popular marca de refrescos «Nik». También es el caso de empresas o marcas municipales tales como «Fonteror» o «Agua de Teror», así como de iniciativas particulares como «Teropino» o «Muebles El Pino», entre otras. Pero no acaban aquí los ejemplos, ya que el Pino de Teror ha sido empleado como recurso plástico en infinidad de ocasiones. Nos referimos a aquellos clubes o entidades deportivas que lo han utilizado en sus escudos o logotipos privativos, además de las ocasiones en las que ha aparecido en los carteles y programas de las fiestas patronales. Incluso, en los últimos años el surgimiento de algunas corrientes contrarias a la fiesta ―caso del movimiento «Anti-Pino»― han hecho uso del árbol milagroso para hacer públicas sus protestas. Precisamente este tipo de manifestaciones ―aunque a priori se pueda pensar lo contrario― nos muestran de forma clara y rotunda hasta qué punto el Pino Santo de Teror forma parte de nuestro imaginario colectivo, convirtiéndose en una de las principales señas de identidad de los grancanarios ―y especialmente de los terorenses― quienes han visto y ven en él una alegoría y evocación a su Patrona y la Villa de Teror.

Gustavo A. Trujillo Yánez

sábado, 4 de febrero de 2012

Stella maris. Milagros y exvotos marineros de Nuestra Señora del Pino

Entre los muchos títulos que se aplican a la Virgen María destaca el de Estrella del Mar, en latín Stella maris, al considerarla como intercesora y abogada ante los peligros del proceloso océano. El canario, por su condición insular, ha sido siempre un pueblo vinculado de forma muy estrecha al mar. Un mar que nos ha brindado riqueza y prosperidad, pero también, un mar en el que muchos de nuestros paisanos encontraron la muerte o vieron amenazada su vida ante los peligros que éste guarda. Por eso, no resulta extraño que en semejantes ocasiones los canarios hayan invocado a la Madre de Dios en sus más diversos títulos y advocaciones (especialmente a la Virgen del Carmen, patrona de los mareantes) con la esperanza de salir airosos de tan duro trance. La Virgen del Pino de Teror, a pesar de encontrarse en el interior de Gran Canaria, también fue esa Estrella del Mar a la que muchos naturales de estas islas acudieron al verse sorprendidos por una furiosa tormenta o por el ataque de una embarcación de piratas turcos. Buena prueba de ello son los testimonios que nos narran supuestos milagros obrados por la intercesión de la imagen del Pino, pero especialmente, los exvotos y ofrendas donados por diferentes generaciones de devotos que a punto estuvieron de encontrar en el traicionero mar su descanso eterno. Acaso, uno de los relatos más antiguos sea el del terorense Blas de Quintana Miguel, que en 1684 declara haber sido librado de una tormenta junto con el resto de pasajeros de una fragata, tras invocar a la Virgen del Pino. Añade, además, la visión que tuvieron ocasión observar, pues aseguró que: «havían visto luz en el navío, y que dijeron ser la Santísima Virgen del Pino, que les havía hido a socorrer». Sin duda, una historia tan asombrosa como la del vecino de Teror Lorenzo García, que consiguió librarse de una tormenta en el Golfo o Mancha Blanca, arrojando al mar una de las piñas que tiempo atrás cogió del pino donde la tradición señalaba la aparición de la Patrona de Gran Canaria.
Años después, el franciscano Diego Henríquez recogió en su manuscrito dedicado a la imagen del Pino, algunos testimonios tan sorprendentes como el de los ocho pescadores que desde la costa africana consiguieron llegar en una lancha a Gran Canaria sanos y salvos, al no poder ser rescatados por Esteban Díaz, propietario de la fragata en la que venían, que a su vez fue atacada por un navío turco. También el del marinero José de Cuenca, que tras caer del barco donde navegaba, fue salvado de morir ahogado por la mismísima Virgen del Pino, que lo tuvo sujeto durante toda una noche hasta que fue rescatado por los tripulantes del navío en el que viajaba. O el caso del terorense Blas de Medina, que viniendo de la isla de Fuerteventura junto con otros setenta pasajeros, se libró de una muerte segura tras verse sorprendido por una tempestad. El Libro de los Milagros, datado en 1735, también recoge historias similares, como la de los marineros que viéndose presa de un navío de piratas moros, vieron con asombro como una imponente ráfaga de luz les ponía a salvo. O el suceso de Andrés Jaimes y sus compañeros, náufragos en el Cabo de San Antonio (Cuba) tras ser perseguidos por unos corsarios y felizmente rescatados tras invocar a la imagen de su devoción.  
Entre los favorecidos también se cuentan personajes tan ilustres como el obispo Delgado y Venegas, del que el párroco de Teror, Lázaro Marrero y Montesdeoca, anotó cómo fue salvado de una horrible tormenta que le sorprendió durante una visita pastoral a la isla de la Gomera, gracias –como no– a la intercesión de la Virgen del Pino. Se da la circunstancia de que el supuesto prodigio tuvo lugar el 30 de agosto de 1767, día en el que tuvo lugar la dedicación o inauguración de la Basílica del Pino, de la que en este presente año se conmemora un cuarto de siglo de la colocación y bendición de su primera piedra, ocurrida el 5 de agosto de 1760.


Nuestra Señora del Pino con el traje de los navíos. Autor anónimo (h. 1770). Monasterio del Cister (Teror, Gran Canaria). El manto de los navíos, actualmente sólo conservado en parte, ha tenido una historia azarosa. Según reza la versión tradicional, fue donado por unos isleños como promesa al haberse librado de una tempestad durante una travesía desde el continente americano. Autor de la fotografía: Héctor Vera.

Andando el tiempo, la Virgen del Pino tuvo ocasión de manifestar una vez más su fama de imagen milagrosa ante las amenazas del océano. En este caso, con la treintena de pasajeros terorenses que consiguieron eludir el incierto y triste destino del vapor Valbanera, hundido en los primeros días del mes de septiembre de 1919, durante su travesía desde Santiago de Cuba a la Habana. La popularidad de la imagen del Pino como mediadora ante los peligros del mar, animó a algunos propietarios de navíos a nominarlos con su nombre. Fue este el caso de la nave «Nuestra Señora del Pino», alias «La Hermosa», propiedad del hacendado don Antonio Romero, quien a pesar de tan devota nominación no pudo impedir que su navío acabase desarbolado y hundido, cuando navegaba por el Canal de las Bahamas. No fue éste el único caso, Vicente Suárez Grimón en su estudio dedicado a la construcción naval y el tráfico marítimo en Gran Canaria durante la segunda mitad del siglo XVIII, nos ofrece muchos más ejemplos. Así, propietarios como Miguel Lugo Viña, en 1764 o Juan Lorenzo Ramos e Ildefonso de Santa Ana, en 1771 –entre otros muchos– también designaron a sus navíos con el nombre de la advocación del Pino.

Dibujo de uno de los barcos que decoran el llamado manto de los navíos, donado a la imagen del Pino en 1762, durante el transcurso de una bajada o visita a la capital de Gran Canaria.

            Pero sin duda, son los exvotos y las ofrendas –quizá, más que los relatos a los que hemos aludido– el mejor y más claro ejemplo del poder intercesor que muchos devotos concedieron a la imagen del Pino, como benefactora ante los peligros del mar. Ya desde muy temprano existen referencias sobre donaciones llevadas a cabo por marineros, quienes las ofrecieron a la imagen como pago por el favor recibido. Jesús Pérez Morera, ha registrado ejemplos como el de Manuel Rodríguez, mareante de Indias que en 1665 dio a la Patrona un juego de vinajeras de plata y una fragata, que por su devoción colgó de uno de los tirantes de la iglesia. El de la lámpara de plata donada en la víspera de la festividad de 1622, que «dieron quatro devotos a Nuestra Señora, que traxo Ojeda por cierta tormenta que tuuieron en la mar». O el caso del mareante Vicente Alonso, que en 1662 peregrinó hasta Teror para declarar que tenía en su poder 200 reales que había sacado de limosna en un barco donde servía, y que según él, se vio envuelto en «vna gran tormenta que tuvieron –por lo que– imbocaron la Madre de Dios del Pino y fueron libres de dicha tormenta por interseción desta gran señora». Muchas de estas ofrendas o exvotos serían colgados, a modo de ejemplo o señal, de los tirantes de la iglesia de Teror (nos referimos al que fue segundo templo de la imagen del Pino, abierto al culto desde el año 1607-08 hasta 1760), debiendo mostrar un aspecto bastante parecido al que hoy lucen ermitas como la San Telmo (Patrono de los marineros) en la capital de Gran Canaria. Veamos si no, esta breve descripción salida de la pluma del citado fray Diego Henríquez, hacia el año 1714:

«Están pendientes de los tirantes de la iglesia algunos navichuelos de dos o tres palmos, bien enjarciados y adornados, hechos solamente para señal y memoria de los naufragios de que han sido libres los navegantes por la intercesión de esta milagrosa Imagen»

De tales ofrendas, en otro tiempo abundantes, sólo nos quedan unas pocas maquetas de barcos situados junto a la antigua escalera de acceso al camarín de la Virgen, amén de algunos pequeños exvotos y placas con tiernas dedicatorias, que se custodian en las vitrinas del tesoro de la imagen. Quizá, el más valioso sea el llamado Manto de los Navíos –o lo que nos queda de él– donado en el siglo XVIII y sobre el que existe una piadosa leyenda sobre su origen. Finalizamos este texto con unos breves y entrañables versos con que nos brindó la vecina del municipio de Santa Mª de Guía, doña Carmen Naranjo Sosa (66 años), dedicado a Santa Inés y la Virgen del Pino. Acaso, sea el ejemplo más palpable de la fe popular que existe en torno a la Patrona de Gran Canaria, como benefactora ante los peligros e infortunios que jalonan nuestra vida, incluidos los del incierto y azaroso mar:

                «Santa Inés va navegando de noche y de día entero, sin saber qué día era, pues era día de Nuestra Señora. Lloran los marineros, lloran la gente toda, pero Santa Inés no llora, que es una bella persona. Coge su libro en la mano y a la Virgen se encomienda ahora ¡Madre mía del Pino, que de plata es tu corona! ¡Si nos salvas de estos mares, de oro te la daré toda! ¡Y a tu divino hijo una casa en Roma!».

                                                                                                                 Gustavo A. Trujillo Yánez